Mientras su
cuerpo se debatía entre la vida y la muerte recordó el día más triste que había
vivido.
Era una fría
tarde de otoño, el Sol se estaba poniendo y el olor de ternera al horno subía
por las escaleras. Ella, estaba sentada en su escritorio leyendo a la luz de
una vela. Se la veía concentradísima, le encantaba leer, así podía evadirse del
ese mundo que tanto odiaba. De golpe llamaron a la puerta.
-
¿Sí?
– respondió guardándose el libro bajo la falda.
-
Mi
reina, la cena está en la mesa.
-
Gracias
María, ahora acudiré al comedor.
-
De
acuerdo, disculpa.
Volvió a coger el
libro y lo guardó bajo su almohada, allí estaría seguro. Se recogió el pelo y
bajo al comedor. Era una sala enorme, llena de cuadros, dónde justo en el
centro se encontraba una mesa larguísima. Su marido la estaba esperando sentado
en uno de los extremos de ésta y a su lado había mucha gente que no conocía.
-
Que
sea la última vez que tarda tanto en venir a cenar, ¿no estaría leyendo por casualidad?
-
No
señor, sólo estaba ordenando mis aposentos. No volverá a ocurrir.
-
Que
así sea. Se rumorea que el Marqués de Villalta le ha sido infiel a su mujer, ya
les había dicho que ese hombre no era un buen cristiano.
-
A lo
mejor no es tan malo. – comentó su mujer en una voz casi inaudible.
Los comensales
pusieron los ojos como platos y acto seguido empezaron a cuchichear.
-
¿Qué
ha dicho? Le comenté más de una vez que no hablara con ese energúmeno y no me
obedeció. No me puedo creer que aún afirme eso, esos libros le están matando
por dentro. Me da asco. – gritó como si fueran las últimas palabras de su vida.
-
No se
ofenda, no pretendía discutirle nada.
-
Más
vale, que prosiga la cena.
Odiaba con todas
sus fuerzas ese carácter egoísta, autoritario y manipulador. Pero sabía que
sólo podía asentir y callar, no tenía alternativa. No podía llevarle la
contraria a su marido si no quería que le hiciera aún más la vida imposible. Él
ardía de ira cuando aparecía en su habitación por las noches y ella le decía
que estaba cansada. Alguna vez le había pegado pero ella seguía diciéndole que
había dormido mal la noche anterior y que por eso necesitaba dormir; que no era
porque no quisiera estar con él. El problema era que el rey estaba obsesionado con
su virginidad y cuando su mujer le negaba una oportunidad para que la perdiese se volvía loco.
A la mañana
siguiente se levantó con ganas de huir de aquel lugar, así que cogió su caballo
y se fue a dar una vuelta por el bosque. Cuando volvía al castillo vio que
había una columna de humo que se alzaba hasta el cielo. Corrió todo lo que pudo
para ver qué pasaba. El rey, su marido, estaba quemando todos los libros que
tenía escondidos bajo su cama. Se puso a llorar desconsoladamente. Subió a su
habitación desesperada, fue al balcón y cuando iba a tirarse su marido
apareció en la puerta.
-
¿Qué
hace? ¿Está loca?
-
¡Váyase!
La cogió por la
cintura y la tiró al suelo. Estaba fuera de sí. Empezó a atizarle patadas en el
vientre. Ella asustada intentó ir hasta la pared y aún fue peor. La paliza le
dejó tan KO que pensó que moriría, pero no. Y al ver que el dolor aumentaba y
ya no volvería a ser ella nunca más, cogió unas tijeras de coser tiradas por el
suelo y no se lo pensó dos veces. Atravesó su cuerpo como si fuera la última
cosa que hiciera, y así fue.
Un consejo: No repitas tanto ''y'', se te ha colado una i latina cuando en ese lugar debería ir una griega.
ResponEliminaGracias por la corrección, pero es una manía mía, siempre utilizo muchas y's, y dónde había puesto 'i' iba una coma, no una 'y'.
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