Vull tenir-te a 2cm
com a màxim comú divisor
de la meva pell,
encara que si fos per mi
ja hauria sumat
el mínim comú múltiple
dels nostres cossos.
dilluns, 28 d’octubre del 2013
Tears
Les
llàgrimes baixaven per la seva cara lentament, una per una, sense pressa.
Deixant aquell regust salat als llavis i fent créixer dins meu una immensa
sensació d'alegria. Llàgrimes brillants, llàgrimes transparents, llàgrimes
divertides, llàgrimes lliures, llàgrimes suaus i carinyoses. Llàgrimes que en
definitiva no són res més que traficants d’emocions.I
aquest cop m’encantava veure-la plorar, sentir que era l’home més afortunat del
món. I m’agafava la mà, de sobte, em mirava als ulls i em deia que sí amb el
cap. Jo somreia amb tranquil·litat i li ensenyava l’anell en que tant havia
somiat. I em perdia en els seus ulls desitjant cridar als músics i convidats
per celebrar el nostre casament allà mateix.El
cel blau, el sol brillant i una brisa suau ens envoltava dins aquell prat verd.
Era un dia preciós, potser el dia més preciós de la meva vida. Em casaria amb
ella, la dona a qui més estimava i apreciava, vaja que em casaria amb la dona
de qui n’estava enamorat.I
ella s’eixugava les llàgrimes i m’abraçava feliç a més no poder. Després em
mirava als ulls amb aquella mirada increïblement bonica que ara ja era una
droga per a mi. Una droga que necessitava cada dia, una droga que es convertia
en desig al tocar-la, i tenia tanta sort de tenir-la al meu costat estimant-me
tal i com sóc, que encara no m’ho creia. I a mi també se m’omplien els ulls
d’aquelles llàgrimes precioses. Llàgrimes brillants, llàgrimes transparents,
llàgrimes divertides, llàgrimes lliures, llàgrimes suaus i carinyoses.
Llàgrimes que en definitiva no són res més que traficants d’emocions.
dissabte, 26 d’octubre del 2013
Ya no volvería a ser ella
Mientras su
cuerpo se debatía entre la vida y la muerte recordó el día más triste que había
vivido.
Era una fría
tarde de otoño, el Sol se estaba poniendo y el olor de ternera al horno subía
por las escaleras. Ella, estaba sentada en su escritorio leyendo a la luz de
una vela. Se la veía concentradísima, le encantaba leer, así podía evadirse del
ese mundo que tanto odiaba. De golpe llamaron a la puerta.
-
¿Sí?
– respondió guardándose el libro bajo la falda.
-
Mi
reina, la cena está en la mesa.
-
Gracias
María, ahora acudiré al comedor.
-
De
acuerdo, disculpa.
Volvió a coger el
libro y lo guardó bajo su almohada, allí estaría seguro. Se recogió el pelo y
bajo al comedor. Era una sala enorme, llena de cuadros, dónde justo en el
centro se encontraba una mesa larguísima. Su marido la estaba esperando sentado
en uno de los extremos de ésta y a su lado había mucha gente que no conocía.
-
Que
sea la última vez que tarda tanto en venir a cenar, ¿no estaría leyendo por casualidad?
-
No
señor, sólo estaba ordenando mis aposentos. No volverá a ocurrir.
-
Que
así sea. Se rumorea que el Marqués de Villalta le ha sido infiel a su mujer, ya
les había dicho que ese hombre no era un buen cristiano.
-
A lo
mejor no es tan malo. – comentó su mujer en una voz casi inaudible.
Los comensales
pusieron los ojos como platos y acto seguido empezaron a cuchichear.
-
¿Qué
ha dicho? Le comenté más de una vez que no hablara con ese energúmeno y no me
obedeció. No me puedo creer que aún afirme eso, esos libros le están matando
por dentro. Me da asco. – gritó como si fueran las últimas palabras de su vida.
-
No se
ofenda, no pretendía discutirle nada.
-
Más
vale, que prosiga la cena.
Odiaba con todas
sus fuerzas ese carácter egoísta, autoritario y manipulador. Pero sabía que
sólo podía asentir y callar, no tenía alternativa. No podía llevarle la
contraria a su marido si no quería que le hiciera aún más la vida imposible. Él
ardía de ira cuando aparecía en su habitación por las noches y ella le decía
que estaba cansada. Alguna vez le había pegado pero ella seguía diciéndole que
había dormido mal la noche anterior y que por eso necesitaba dormir; que no era
porque no quisiera estar con él. El problema era que el rey estaba obsesionado con
su virginidad y cuando su mujer le negaba una oportunidad para que la perdiese se volvía loco.
A la mañana
siguiente se levantó con ganas de huir de aquel lugar, así que cogió su caballo
y se fue a dar una vuelta por el bosque. Cuando volvía al castillo vio que
había una columna de humo que se alzaba hasta el cielo. Corrió todo lo que pudo
para ver qué pasaba. El rey, su marido, estaba quemando todos los libros que
tenía escondidos bajo su cama. Se puso a llorar desconsoladamente. Subió a su
habitación desesperada, fue al balcón y cuando iba a tirarse su marido
apareció en la puerta.
-
¿Qué
hace? ¿Está loca?
-
¡Váyase!
La cogió por la
cintura y la tiró al suelo. Estaba fuera de sí. Empezó a atizarle patadas en el
vientre. Ella asustada intentó ir hasta la pared y aún fue peor. La paliza le
dejó tan KO que pensó que moriría, pero no. Y al ver que el dolor aumentaba y
ya no volvería a ser ella nunca más, cogió unas tijeras de coser tiradas por el
suelo y no se lo pensó dos veces. Atravesó su cuerpo como si fuera la última
cosa que hiciera, y así fue.
¡Qué curvas tenía!
Y ¡qué curvas tenía! Caminaba con aquella elegancia que
hacía abrir la boca, y sus carnes se movían al compás de su andar. Parecía que
bailaba, sin música, claro. Pero no hacía falta, cuando ella pasaba era como si
sonara una melodía de debajo las calles, de encima de las copas de los árboles,
de detrás de las farolas… Todos sonreían con su visita. Sus labios como sangre,
siempre perfilados con la misma cura que su ropa le caía sobre su cuerpo,
inspiraban aire de forma casi sensual. Algo tan primario como respirar y tan
bello si lo hacía ella. Y sus ojos… ¿cómo hablar de sus ojos sin quedarse sin
aliento? Te adentrabas en ellos como si de un mar se tratara, como si fueras a
perderte. Y la verdad es que costaba volverte a encontrar. Y con un solo gesto
desconectaba tus sentidos, o los agudizaba de repente, así, sin más. Tenía esa
capacidad. Y aunque a lo mejor fuera extremadamente exagerado cuando la mirabas
parecía que deseándola estabas haciendo lo correcto. Una buena obra. Aunque
ella, ella era la mejor obra.
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